18 noviembre 2020

RECORRIDO POR ESTAMBUL

Sultanahmet ***
En posición dominante sobre la punta del palacio, en la desembocadura del Cuerno de Oro, el barrio de Sultanahmet ocupa la primera colina, feudo de la antigua Bizancio y corazón político y cultural de la ciudad bizantina y otomana. Pocos lugares del mundo concentran en un perímetro tan pequeño tantas maravillas arquitectónicas, testigos de las civilizaciones más desarrolladas. Este barrio, que hay que descubrir andando, cuenta con una excelente infraestructura turística. Es una especie de museo vivo, plenamente volcado en su glorioso pasado.
Basílica de Santa Sofía ***
Símbolo de la gloria bizantina en todo su apogeo, santuario sin par concebido "a escala divina", la basílica de Santa Sofía (s. VI) será transformada en mezquita en el s. XV y luego en museo en 1934. Algo pesada vista desde el exterior, suscita bajo su majestuosa cúpula nervada (58 m de alto, 31 m de diámetro) una admiración casi mística: luces cenitales que se clavan en el suelo, multitud de mosaicos dorados bizantinos, bosque de columnas con capiteles primorosamente tallados, espléndidos revestimientos de mármol verde, blanco y rosa. Una visita memorable.
Mezquita Azul ***
Esta joya del s. XVII sigue conservando su vocación de santuario. Para entrar en la mezquita Azul tendrá que descalzarse, como manda la tradición. La intención del arquitecto al producir esta obra no era otra que la de superar en elegancia a la basílica de Santa Sofía. Intento conseguido: una cascada de cúpulas y el alzado de sus seis alminares le confieren una silueta etérea. El interior quiere ser un reflejo del Paraíso: 20.000 azulejos en los que predomina el azul, con delicados motivos florales, una luminosidad irreal, marcos con incrustaciones de nácar y decoración de mármol calado. Un lugar lleno de belleza y solemnidad.
Palacio sumergido **
Lo que los otomanos bautizaron con el nombre de Yerebatan Sarayi (palacio sumergido) es en realidad un aljibe bizantino subterráneo (s. VI) que abastecía el palacio del emperador Justiniano. Los hábiles juegos de luces, combinados al "concierto" de las gotas de agua, crean un ambiente mágico: el recorrido se hace por unas pasarelas que serpentean por un verdadero bosque de columnas magníficamente restauradas, que brotan del agua reflejándose en ella. Los historiados capiteles corintios y las extrañas cabezas de medusa procedentes de algún templo pagano contribuyen a hacer el lugar aún más misterioso.
Gran Bazar de Estambul **
El Gran Bazar, un espacio estimulante, bullicios, que sacude los sentidos: 2.000 tiendas, 60 restaurantes, mezquitas, fuentes y bancos... un conjunto muy bien organizado en un dédalo de calles abovedadas, repletas de mercancías. El ambiente está impregnado por los olores del cuero, de los narguiles y del té con manzana; la llama de las joyas y el brillo de las baratijas compiten con los vivos colores de los kilims. Curiosear es una delicia que confina con la embriaguez. Comprar es todo un ritual a base de mucho regateo. Haga una pausa en algún salón de té y pídase algún dulce
Colina de Galata
Evliya Tchelebi, poeta estambulita, contabilizó 3.080 tiendas y 200 lugares de perdición en Galata. Galata, cuna de la ciudad, es un barrio delicioso que surge de las aguas del Bósforo para trepar hasta la torre de Galata (68 m), que nos ofrece una vista de 360°, y propone un buen inventario: mercados populares, escuelas para niños bien, casas francas, otras más modestas marcadas por el paso de los años, un palacio mítico, el Pera, y algunos cabarets dedicados a las danzas orientales.
Pasaje de las Flores *
Estructura del más puro estilo rococó, el pasaje cubierto de las Flores (s. XIX) ha conservado todo su caché así como las inscripciones en francés que pueden leerse en las portada. Animadas tanto de día como de noche, las tabernas le invitan a degustar al son de la música especialidades del lugar como los meze o las tripas de cordero asadas, ligeramente picantes (kokoreç), por supuesto regado todo con un raki. Muy cerca de esta encantadora galería hay un animado y colorido mercado con puestos de pescado, flores y frutas.
El Bósforo
Lleno de remolinos y cargado de embarcaciones de todo tipo que zigzaguean entre las orillas occidental y oriental, desde el mar Negro hasta el de Mármara, el Bósforo, aunque no siempre nos presente un bonito rostro, permite hacer cruceros algo insólitos y pasar un buen día de placer mecidos por el agua. Fíjese en los recargados palacios del s. XIX y en los yali, casas de madera que los hombres de Estado se construyeron en el s. XIX, haga escala en los pueblos de pescadores, en el puerto de Sariyer o en algún chiringuito para codearse con la población local.

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